16M Por nuestro reconocimiento, nuestra dignidad y nuestra memoria. Recordar es resistir

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La jornada que conmemoramos este 16 de mayo, Día de la Resistencia Romaní, no es solo un hecho simbólico: forma parte de nuestra historia y de un legado del que nos sentimos profundamente orgullosas. En el despojo inhumano de los campos de concentración nazis, cuando la certeza de la muerte parecía sellada para los hombres, mujeres, ancianos, niños y niñas gitanas que malvivían en Auschwitz, nuestros antepasados sacaron fuerzas de donde ya no quedaban. Nunca antes un grupo de prisioneros se había enfrentado a las SS. Nunca antes hubo resistencia.

Fueron ellas —con uñas y dientes—. Fueron los ancianos y los niños —con palos y piedras—. Fue la necesidad de salvar unas vidas con otras. Esa fue la Resistencia Romaní, un hecho insólito en la historia de la II Guerra Mundial que aún hoy sigue sin formar parte del relato común ni de los libros de texto. Se salvaron a sí mismos. Aquí se refrenda esa frase que a menudo parece hueca: solo el pueblo salva al pueblo. Los Rromá, una vez más, salvaron a los Rromá.

Así ha sido a lo largo de los siglos: cuando arrecia el odio antirromaní, surgen los héroes y heroínas romaníes. Lo contaba Papusza en uno de sus poemas: cuando fueron a apresar a los suyos, un guardia con antepasados gitanos les advirtió que huyeran cuanto antes, pues los enviarían directamente a los vagones de la muerte. O Raimond Gurême, que logró escapar repetidamente de los campos de exterminio y se convirtió en una figura clave en la defensa de los derechos humanos. O Alfreda Markowska, que arriesgó su vida para salvar a decenas de niños judíos y gitanos. Todos y todas fueron héroes de vidas gitanas, poniendo la suya en riesgo para proteger la de los demás.

Sentimos verdadero orgullo por nuestro pasado, porque por nuestras venas corre la sangre de aquellos héroes y heroínas de la Resistencia Romaní de ayer y también de hoy. El mero hecho de haber atravesado miles de kilómetros, cientos de países y más de doscientas treinta leyes solo en España —que nos han llevado hasta los márgenes del progreso humano— ya es en sí mismo una forma de resistencia.

Mil años después de nuestra salida de la India, el hecho de que sigamos hablando de Rromipen, de gitanidad, de cultura gitana, es prueba viva de esa resistencia intrínseca. Recordar es resistir. Por eso —y pese a que resurgen con fuerza los discursos de odio que nunca desaparecieron, los negacionistas del antigitanismo, los creadores de contenido que glorifican al racista y las plataformas digitales que lo permiten—, seguimos en pie, con fuerzas renovadas, hasta alcanzar la dignidad humana plena.

Cuando se cumplen 600 años de nuestra llegada a la Península Ibérica, y en una fecha tan significativa como la que conmemoramos, en FAKALI seguimos exigiendo avances estructurales para nuestro pueblo. Más allá de los gestos simbólicos, urge una agenda de transformación real:

  • Una estructura sólida de lucha contra la pobreza extrema y la exclusión sistémica, que frenan el progreso romaní. El 86 % de nuestro pueblo en España vive en situación límite —incluida la infancia gitana—. Es prioritario combatir el chabolismo, tanto vertical como horizontal. Andalucía, que concentra varios de los barrios más pobres de toda España, refleja esta realidad con una sobrerrepresentación de rostros gitanos.
  • El fin de la segregación escolar y de la guetificación educativa. Para lograr dignidad y éxito escolar, es urgente aplicar legislaciones que prohíban de forma efectiva prácticas heredadas de otros tiempos. La infancia gitana no puede seguir creciendo en aulas y centros segregados.
  • Estructuras administrativas que dignifiquen la cultura gitana, a través de políticas públicas que impulsen la investigación, el reconocimiento y la recuperación de los elementos culturales que hemos perdido en las últimas décadas. Urge un compromiso institucional sostenido.
  • Estructuras académicas que promuevan el conocimiento sobre la gitanidad, con participación de profesionales e investigadores e investigadoras gitanas en su desarrollo.
  • Una apuesta decidida por la formación y la sensibilización reglada para profesionales y futuros/as profesionales en contacto con personas. La falta de conocimiento sobre la cultura gitana es el origen del rechazo y, en consecuencia, de muchas malas prácticas profesionales.
  • Reconocemos y celebramos los avances recientes, como la aprobación de la Ley de Igualdad de Trato, la tipificación del antigitanismo en el Código Penal o el desarrollo de consejos autonómicos y locales del Pueblo Gitano. Sin embargo, estos deben contar con presupuestos, competencias y capacidad organizativa reales, y no limitarse a un papel consultivo.
  • La incorporación de una perspectiva interseccional con mirada gitana en todos los planes y legislaciones futuras, especialmente en materia de igualdad de género. Las mujeres gitanas debemos estar —como las que más— en todos los espacios de participación, teniendo en cuenta nuestras voces y nuestras especificidades.

Por nuestro reconocimiento, nuestra dignidad y nuestra memoria.
Por los héroes y heroínas gitanas de nuestra historia.
Recordar es resistir.