EL RACISMO Y SUS “EXTRAÑAS CIRCUNSTANCIAS”

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El racismo, el odio o la intolerancia no han resurgido, sino que ha sido ahora cuando la sociedad ha visto los colmillos afilados de esos monstruos que estaban esperando unos momentos de tensión y crispación para morder con la mayor de las fuerzas a los grupos y minorías que, como la gitana, continúan siendo los chivos expiatorios de los males que nos afectan.

El antigitanismo, como manifestación específica de racismo contra las personas gitanas, no sólo se ve cuando matan a tiros a una persona por un puñado de habas. Lo tenemos intrínseco en las entrañas de esta sociedad que aplaude al asesino y se burla incluso de la muerte de la víctima. Lo tenemos en nuestros adentros al comprobar una y otra vez a qué grupos afectan casi siempre las recurrentes “muertes en extrañas circunstancias”, que representan la punta del iceberg de un sistema global que sigue justificando las exclusiones, las expulsiones y los abusos de poder, vengan de donde vengan.

El racismo es sin lugar a dudas estructural y sabe perfectamente a qué grupos sociales dirigirse, por eso siempre se duda de las víctimas, en vez de los agresores. Ya sea la población negra en Estados Unidos o la gitana en Europa, pues no debemos olvidar que el sistema de dominación imperante continúa poniéndonos la rodilla en la garganta, lo que nos impide respirar tal y como le ocurrió a George Floyd. Nos ahogan la pobreza, la guetificación y las diferentes fórmulas de opresión que los poderosos aplican sobre los más vulnerables, sobre los “nadies” que recordaba Eduardo Galeano.

Por eso no nos podemos quedar impasibles a esta bomba atómica de odio y sinrazón, que no sólo ha estallado en Minneapolis. Su onda expansiva ha llegado a distintos lugares del planeta: España, Francia, Brasil, Bulgaria, Italia o Rumanía… Continúa este monstruo mostrando su verdadera cara, representada en la esclavitud, los genocidios, las exclusiones y las expulsiones. A las personas gitanas nos entrecortan la respiración, corriendo el riesgo de quedarnos sin aire, como sucedió con Floyd de Minneapolis, con Manuel en Rociana, con Ilias Tahiri en Almería, y otros tantos que, “en extrañas circunstancias”, han muerto a manos de personas que supuestamente debían velar por su integridad, nuestra integridad.

Hacemos un llamamiento, en primer lugar, al respeto para las familias de las víctimas de este racismo que no solo nos ahoga, sino que nos mata de mil y una maneras distintas, quizás incluso más que esta pandemia; y también respeto para las víctimas. Brille para ellas la luz eterna. En segundo lugar, exigimos a las administraciones públicas para que pongan en marcha todos los mecanismos legales a su alcance para atajar este mal. En este sentido, pedimos que la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, herramienta esencial para la lucha contra el racismo, se haga realidad en nuestro país. No sólo podemos esperar promesas, pues necesitamos hechos y, específicamente esa ley que nos proteja del antigitanismo. Y finalmente apelamos a la sociedad, especialmente a esa parte que aún conserva integridad y humanidad, para que sea sensible ante la situación que viven muchas personas víctimas del racismo y rechacen todo tipo de actitud discriminatoria. El antirracismo no es una opción, debe ser una obligación para hacer enfrentarnos a esa bestia que pretender seguir mordiendo. No permaneceremos impasibles frente al incremento del odio, el racismo, la xenofobia y el antigitanismo. Ni una víctima más.