La huella imborrable
Nos situamos históricamente en la madrugada del 30 de julio de 1749, cuando dio comienzo la Prisión General de Gitanos, conocida como la Gran Redada, el intento de exterminio del Pueblo Gitano español diseñado por el Marqués de la Ensenada y ejecutada por Fernando VI. Hacemos un ejercicio de memoria histórica para recordar a las víctimas, nuestros antepasados, que sufrieron el cruel destino tejido por un racismo secular de quien ostenta el poder y el olvido de una sociedad que ignora los valores del Pueblo Gitano.
Pero también nos sumergimos en estos tristes pasajes para recordar y celebrar la vida y la capacidad de resistencia de sus supervivientes y figuras referentes, con la esperanza de que conocer la historia permita comprender el antigitanismo heredado, y nos sirva para erradicar entre todos y todas las conductas discriminatorias.
El Samudaripen fue también uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad. Millones de personas gitanas fueron perseguidas, torturadas y asesinadas por su origen étnico. La tragedia del exterminio nazi es una herida abierta en nuestro continente, que a día de hoy sigue ignorada por muchos. Se calcula que entre el 20% y el 30% de la población gitana europea fue asesinada durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, nuestros abuelos y abuelas, tíos y tías, consiguieron hacernos llegar sus testimonios de resistencia. Los y las supervivientes son una prueba viviente de la resiliencia gitana, y su capacidad de superar la adversidad más extrema. Con su valentía y determinación demostraron que la resistencia, la compasión y la solidaridad pueden triunfar sobre el odio y la crueldad. Su perseverancia nos inspira a todos y todas a mejorar como seres humanos, y a trabajar a través de nuestras sinergias. Aunque nunca podrán borrar las cicatrices del pasado, nuestros referentes nos recuerdan que siempre hay esperanza, y certeza, de un Pueblo Gitano más fuerte.
Como gitanas, estamos agradecidas a las historias de supervivencia y resiliencia que nos cuentan nuestras tías porque nos sirve de apoyo e impulso para continuar eliminando estas conductas discriminatorias que nos encontramos en nuestro día a día. Es un orgullo conocer a tantas mujeres gitanas valientes que, gracias a su espíritu luchador, nos demostraron que el Pueblo Gitano puso sobrevivir incluso durante los años más oscuros de Europa. Una de las mayores figuras referentes y activistas es Philomena Franz, que en sus memorias relata con detalle cómo intentó sin descanso escapar de los campos de concentración a pesar de que eso podría suponer su muerte. Por otro lado, Alfreda Noncia consiguió salvar a miles de niños y niñas gitanas y judías de los encarcelamientos durante el Holocausto. Gracias a que consiguió mantener su puesto de trabajo en el ferrocarril, viajó junto a su marido a zonas de supervivientes. Su valentía y arrojo le permitió salvarlos. Y cómo no hablar de Ceija Stojka, pintora austríaca, que retrató la dureza y el horror de este pasaje histórico, y ha sido de las activistas más activas contra la discriminación de los últimos años.
Las situaciones de exclusión, persecución y exterminio no surgieron sin motivo, sino que las prácticas opresoras, los encarcelamientos injustificados y los asesinatos eran comunes sobre la población romaní. En la actualidad, los mismos discursos de odio, las mismas actitudes discriminatorias y las mismas políticas de exclusión de este pasado reciente continúan existiendo en nuestras sociedades. El racismo milenario sigue presente en nuestros días.
Incluso en el mismo seno de la Unión Europea, espacio de libertad y respeto de derechos por antonomasia en nuestro planeta, la situación de la población romaní es muy complicada. La propia Agencia Europea de Derechos Humanos reconoce que los gitanos y las gitanas sufren más segregación escolar que antes, peores estadísticas en el acceso a los derechos de la salud y la educación, más guetificación de sus barrios, y mayores tasas de rechazo y discriminación en cualquier ámbito social.
Nuestro país no es una excepción en ese sentido. Hace poco menos de un año se produjeron dos pogromos masivos contra gitanos y gitanas residentes en las localidades andaluzas de Peal de Becerro e Íllora. Vecinos descontrolados atacaron las propiedades de familias gitanas por el mero hecho de formar parte de la misma etnia que presuntos homicidas. Se repitieron las escenas de destrozos, incendios y ataques personales. Los sucesos de mediados del siglo XVIII se reprodujeron casi literalmente en pleno siglo XXI.
Por todo, desde FAKALI abogamos por el conocimiento y el reconocimiento de la memoria histórica de nuestro Pueblo, para que la sociedad conozca la historia y evitar que se repita, a la vez que se pone en valor nuestra resistencia, con el fin de generar un crecimiento exponencial de discursos sociales igualitarios de los espacios, y más concretamente, de contradiscursos frente al antigitanismo. Hoy en día, es innegable que se han establecido alianzas de cohesión surgidas tras el intenso trabajo de reivindicación de los gitanos y las gitanas que han alzado su voz reclamando lo que por justicia les corresponde. La ley de Memoria Democrática, recientemente aprobada, dignifica la historia de nuestro Pueblo y viene a reparar siglos de oprobio llenos de estereotipos y pragmáticas que han silenciado nuestra cultura, una cultura milenaria. El reconocimiento institucional se manifiesta también en el compromiso de las autoridades de nuestro país con la conmemoración de esta fecha, y el homenaje a quienes han sufrido los episodios más oscuros de la historia gitana.
Solo por medio de la educación, el compromiso social y político, la empatía y el respeto mutuo, mediante el establecimiento de consensos, podemos honrar la memoria de las víctimas, y trabajar codo con codo en aras de un futuro mejor para todas las personas gitanas.
Los gitanos y las gitanas, a día de hoy, hacemos todo lo posible para honrar la memoria de las víctimas de la Gran Redada y el Samudaripen, y asegurarnos de que nunca vuelva a suceder algo así. Trabajamos juntos y juntas para combatir el odio y el antigitanismo en todas sus formas, defendiendo los derechos humanos y la dignidad de todas las personas.
Los gitanos y las gitanas somos un Pueblo orgulloso de nuestra identidad. Nuestra forma de vida es un canto a la libertad desde la tierra hasta el cielo, y allá por donde hemos caminado, por donde nos ha llevado la rueda de la vida que aparece en nuestra bandera, hemos dejado constancia de nuestra presencia de manera indeleble.
Así somos, y así seguiremos siendo. Por eso, la erradicación del antigitanismo es un objetivo prioritario para nosotros y nosotras. Y el recuerdo de nuestros antepasados perseguidos se convierte en el motor de nuestra fuerza y entereza para conseguirlo. Su resistencia y capacidad de supervivencia son una huella imborrable en la historia.