EN EL GUETO

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No están siendo buenos tiempos para nadie. El maldito virus continúa incesante en una escala que se está llevando por delante la vida de muchas personas, dejando atrás sueños, familias rotas y un legado de recuerdos que es lo que nuestra memoria, que es lista, intenta con el tiempo recoger y quedarse con lo bueno. Los malos recuerdos se irán olvidando, pues ya tenemos bastante con lo tenemos encima.

El maldito virus golpea también a nuestro Pueblo. Continuamos en estos días teniendo que despedirnos de los nuestros sin familia prácticamente, con el dolor tan enorme que eso supone a las ya irremediables pérdidas. Sin ir más lejos este virus que no tiene más corona que la de su nombre, se ha llevado a nuestro tío Enrique Vargas Castellón, El Príncipe Gitano. Un artista de los pies a la cabeza que nos dejó verdaderas joyas que aún se recuerdan en las fiestas gitanas, señal inequívoca de que sus letras, su estilo y sus plantas de galán han dejado un hueco en nuestro corazón. Dejó decenas de grandes obras para la historia musical, aunque quizás  la que mayor énfasis tenga sea la versión gitana que hizo del tema In The Ghetto, que aún hoy tiene más búsquedas en Google que la interpretación del primero en grabarla, el recordado Elvis Presley.

Se trata de una canción escrita por Mac Davis y que originalmente tenía por título “The vicious circle” (El círculo vicioso”), pues cuenta la historia de un joven de un suburbio de Chicago. Ambos títulos, el que se quedó y el original son prácticamente sinónimos, podríamos decir. El círculo de la exclusión, de la pobreza, de la falta de expectativas, del agravamiento de los problemas mundanos y de la multiplicación de las necesidades se encuentra sin duda alguna en los guetos. Los guetos al fin y al cabo han llegado a formar parte del paisaje cruento de las ciudades de todo el mundo, fruto del propio sistema en el que nos encontramos, el cual aparta en un rincón a los parias, a los que nadie quiere y que parte del mundo culpa. Son esos barrios al fin y al cabo la habitación de los desavíos de cualquier casa que pueda permitírselo y además es el saco de boxeo de la propia ciudad que culpa una, dos y hasta mil veces de las desdichas a quien vive en uno de ellos.

Es pues un círculo vicioso del que no es fácil salir, pues las limitaciones con las que se encuentran miles de personas comienzan por el desempleo y terminan por su peor estado de salud. Pasan por la falta de expectativas y hacen añicos los sueños de los y de las niñas. Por si fuera poco, sufren el estigma social, el odio, la incomprensión y el ensañamiento con el pobre, que si además de pobre es gitano, tenemos las armas perfectas para incendiar unas redes sociales e incluso, hacer cadenas de bulos para culpabilizarlos del COVID-19.

“Se saltan el confinamiento”, “transmiten el virus”, “no estudian”, “no trabajan”, “roban”, “se casan rápido”, “viven de ayudas”…Y así uno a uno van cayendo como piedras a tejados de uralita los mensajes de odio hacia quienes para ellos somos esa clase baja a la que culpar de todos los males, incluso habiendo sido víctimas de que algún día nos echaran de nuestros barrios para enviarnos a la periferia. Los libros lo cuentan así, aunque la realidad a veces se queda en un cajón. De todo eso y mucho más somos culpables, además de ser los chivos expiatorios del mismo modo que en Estados Unidos puedan ser los latinos o los negros o incluso los asiáticos en estos días. Somos esos que viven hacinados y vivimos fuera de toda ley. Los de los guetos, los nadies y los ninguno, que recordaba Galeano. De hecho, si aparece alguna noticia, algún artículo, alguna idea contraria contra lo establecido, excluyente y antigitano, se llenarán los círculos de gente tóxica que viene a contrarrestar todo movimiento. Por todo ello es tan importante decir basta. Coger el micrófono como hacía el tío Enrique; Príncipe de los Gitanos y defendernos como lo sabemos hacer, bien cogiendo como bandera una canción protesta o bien poniendo nuestra sabiduría contra lo preestablecido hasta que nos escuchen, y si hace falta, ir a los tribunales a señalar a cuantos racistas recalcitrantes se pongan por delante. La gente de los guetos sabemos ya lo que hay que hacer, pues la historia nos dice que por más penurias hemos salido a flote. Esta vez no va a ser distinta a las anteriores, pues el propio tiempo nos ha hecho más resistentes a la vicisitudes.

El gueto por tanto más que una canción, es una barrera invisible que el destino nos ha impuesto, pero del que cuyo círculo se sale a base de mucho tesón. Así lo vemos en cada una de las gentes que vive en él. Por eso cuando escuchamos a nuestro tío Enrique, que Dios lo tenga en su gloria se viene a la memoria la resistencia, la lucha y la valentía de esos hombres y mujeres que por más impedimentos que les pongan continúan adelante con el mismo porte y gallardía que el Príncipe Gitano.