En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A pesar de ser una reivindicación recientemente institucionalizada, la discriminación y violencia contra la mujer por el hecho de serlo hunde sus raíces en siglos y siglos de opresión. Teniendo en cuenta este hecho, la ONU define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”.

Esta violencia no sólo procede de los ámbitos público y privado, sino que también existe una violencia institucional que se manifiesta en leyes y en un trato desigual en la práctica, según afirma la propia ONU. Es por ello que es un derecho y un deber tanto del poder político como de la sociedad civil unir esfuerzos para luchar contra esta lacra social cuyas cifras son desorbitadas. Desde 2003, más de 800 mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas o ex parejas, según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. A fecha de 25 de noviembre de 2015, el número asciende a 48 mujeres asesinadas. Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg, pues el asesinato no es más que el último escalón de toda una estructura que sirve de base, como la violencia psicológica, económica o sexual, entre otras.

Desde la Federación de Mujeres Gitanas Universitarias FAKALI condenamos enérgicamente cualquier tipo de maltrato que se ejerza contra la mujer, por cuanto entendemos que la violencia de género es un problema social que se combate con la tolerancia cero ante el maltratador y ante cualquier comportamiento machista.

Como resulta obvio, tenemos entre nuestros principios fundamentales la lucha contra este tipo de violencia sobre la base de la sensibilización y la educación con el fin último de la prevención. Invertimos grandes esfuerzos y recursos en el ámbito educativo, por cuanto apostamos por la educación en igualdad desde la infancia, eliminando estereotipos y, sobre todo, en la adolescencia, pues la formación desde el respeto y la igualdad es la vía principal para evitar los malos tratos y la reproducción de dinámicas de violencia.

Nuestra actividad está dirigida hacia la población gitana, en especial hacia la mujer gitana, pero también desarrollamos proyectos encaminados a dotar de instrumentos y conocimientos a los profesionales, agentes e instituciones. Un fundamento sobre el que se articula un plan de actuación integral que abarca desde la educación en la escuela a la colaboración activa con las principales instituciones sociales y democráticas.
Nuestra federación trabaja anualmente con casi 2000 mujeres, más sus respectivas familias, en proyectos dirigidos a la salud, la formación y el empleo. En FAKALI consideramos fundamental abordar la lucha contra la violencia de género de una forma integral, por lo que apostamos por empoderar a las mujeres desde sus entornos más inmediatos.

La mujer gitana sufre una doble discriminación por razón de género y etnia, de forma que es fundamental emplear todos los recursos disponibles para erradicar esta injusticia. En el caso del pueblo gitano en general y de la mujer gitana en particular no se trata sólo de aceptar y respetar las diferencias, sino además de legitimar su valor. En el caso de las mujeres gitanas, somos depositarias de los ritos culturales de mayor peso y, por tanto, somos nosotras las que garantizamos en unión con nuestra gente el futuro de nuestro pueblo.
 
Sin embargo, por mucho motor que nos definamos, sin políticas ni estrategias específicas que garanticen la incorporación plena de los gitanos y de las gitanas a todos los niveles y los ámbitos de la sociedad no carburaremos. No hay motor de cambio ni piezas posibles si no hay ruedas que nos desplacen para recorrer nuestro propio camino. Porque al hablar del pueblo gitano en general, y de las mujeres gitanas en particular, no se trata sólo de aceptar y respetar las diferencias, sino además de legitimar su valor y educar a la ciudadanía en los principios éticos de una convivencia intercultural que incumbe a todas las esferas de la vida social, tanto a las interacciones cotidianas como a las relaciones institucionales.

Por todo esto, desde FAKALI exigimos un Pacto de Estado que contribuya a que todos los partidos políticos e instituciones aúnen esfuerzos y recursos con el objetivo de reducir a cero el número de mujeres que sufren cualquier forma de violencia. El camino es largo y difícil pero dejar de luchar sería una derrota definitiva de nuestra democracia.