FAKALI DENUNCIA LA POSTURA DISCRIMINATORIA DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA HACIA LA COMUNIDAD GITANA
La quinta acepción del término “gitano” en la nueva edición de su diccionario es “trapacero” (de “trapaza”: artificio engañoso e ilícito con que se perjudica y defrauda a alguien en alguna compra, venta o cambio)
Esta federación muestra su indignación por el trato de la rae, que legitima lingüísticamente una imagen injusta, irreal e insultante de todos los gitanos y gitanas, ciudadanos y ciudadanas españoles
La Federación Andaluza de Mujeres Gitanas Y Universitarias de Andalucía (FAKALI) quiere expresar su más enérgica indignación en nombre de todos los españoles gitanos y gitanas contra la Real Academia de la Lengua por incluir (en quinto lugar) la acepción “trapacero” en la definición del término “gitano” en la 23ª edición de su Diccionario de la Lengua Española, puesto a la venta el pasado 20 de octubre.
La definición de la propia RAE de “trapacero, ra” es: “De Trapaza”. Entendida ésta como “artificio engañoso e ilícito con que se perjudica y defrauda a alguien en alguna compra, venta o cambio”. Es decir, la RAE mantiene las connotaciones negativas (trampas, embustes, estafa, farsa, chantaje…) en la definición de “gitano”, volviendo a quedar asociado este término a conductas ilícitas, sin indicar siquiera que se trata de un uso coloquial o arcaico.
En la 22ª edición de su diccionario, editada en 2011, la cuarta acepción de “gitano” era “que estafa u obra con engaño”. Expresamos nuestra máxima indignación por la humillación y el desprecio por el que nos definen a casi más de un millón de ciudadanos y ciudadanas que conformamos la realidad de este país. Es un oprobio que una de las instituciones más representativas como es la Real Academia de la Lengua nos llame, nos defina, como “trapaceros”. No damos crédito a que una institución considerada como la máxima expresión del conocimiento y la intelectualidad de España, refuerce el discurso discriminatorio y racista hacia los gitanos y las gitanas.
La RAE, de este modo, demuestra un comportamiento peyorativo y discriminatorio hacia la comunidad gitana en su modificación lingüística, haciendo caso omiso a la recomendación oficial efectuada por la Defensora del Pueblo, humillando a la ciudadanía gitana. En febrero, Soledad Becerril ya solicitó la revisión y modificación de esta cuarta acepción, dado que consideraba discriminatorio “la imputación a un colectivo de personas, por el mero hecho de su pertenencia al mismo, de una conducta negativa, en concreto el engaño”.
FAKALI, una entidad comprometida con el reconocimiento público e institucional de la cultura gitana, que trabaja con denuedo en proyectar una imagen social alejada de todos estos calificativos, se ha visto vapuleada en su ánimo por este insensato ejercido de discriminación por quienes precisamente aseguran trabajar por la correcta y precisa utilización del lenguaje. Por quienes, en definitiva, aún no han tomado conciencia de que los usos lingüísticos constituyen una herramienta sutil e impermeable sobre la que se amparan los discursos racistas, xenófobos y discriminatorios que llegan a condenar a un pueblo. Este es el ejemplo palpable. Y viene firmado por la RAE.
Parece mentira que haya que transmitir un mensaje comparativo para que las instituciones dejen de darnos tantos latigazos a nuestra historia y nuestro patrimonio cultural. Definirnos a los gitanos y las gitanas como ladrones y estafadores (“trapaceros”) es invertir la realidad, porque en nuestro país los mayores indicios de criminalidad, plasmados en la corrupción, la tarjetas “B”, las imputaciones, las financiaciones ilegales, los eres, el caso Gurtel… Los máximos escándalos que se están produciendo tristemente en este país no están precisamente protagonizados por los gitanos y las gitanas. Ni la banca, ni los desahucios, ni el desempleo, ni la putrefacción del sistema económico y político que representa un oprobio para nuestra sociedad y nuestro país, no está capitalizado precisamente por los gitanos y las gitanas.
Desde aquí le hacemos una recomendación a los lectores y a la misma RAE: que “trapaceros” no somos precisamente los gitanos y las gitanas.
Los gitanos y gitanas, que venimos luchando por no ocupar el último vagón de la sociedad, que somos jóvenes, emprendedores, universitarios e intelectuales, albergábamos la esperanza de que los académicos de la Lengua rompieran con ese estigma que nos persigue. Pero queda claro que, con esta nueva definición, la RAE hace caso omiso a su eslogan, puesto que ni limpia, ni fija ni da esplendor a la Lengua. Sólo demuestra ser una institución arcaica y antagónica que empobrece, hunde y le da una capa de betún al idioma.
Reiteramos nuestra más enérgica indignación por la humillación y el desprecio hacia el pueblo gitano que la RAE ha mostrado con su nuevo diccionario. Desconocemos qué interés ha movido a los académicos e intelectuales de esta institución para proporcionar una obra de consulta a los racistas, legitimando lingüísticamente una imagen injusta, irreal e insultante de todos los gitanos y gitanas que somos ciudadanos y ciudadanas españoles.