Flamenco: la huella y el alma gitanas que no se pueden borrar

FAKALI se suma a la celebración del Día Internacional del Flamenco desde el orgullo que supone contar en nuestro patrimonio cultural con un arte que representa en el mundo entero el devenir, los valores, la tradición y la historia de Andalucía y el pueblo gitano, indiscutible protagonista en su creación y desarrollo

La trascendencia de este arte ha traspasado todas las fronteras internacionales universalizándolo y sembrando semillas en cada rincón del mundo, donde es considerado una de las joyas más preciadas de la música y la danza. Pero no podemos obviar que en la configuración de las hechuras de ese tesoro participaron manos gitanas, dándole rango de paternidad y de crianza. Los gitanos, como demuestran todos los documentos escritos que dan carta de credibilidad al nacimiento, a la codificación -fijada por los expertos en la mitad del siglo XIX-, al desarrollo y a la consumación del flamenco, fueron -y seguimos siendo-, protagonistas principales y necesarios de su creación, de su conservación y de su evolución.

La historia es la voz categórica que avala el legado de nuestro pueblo. En cambio, a veces observamos con estupefacción y tristeza cómo en los últimos años se viene llevando a cabo un proceso inadmisible y sospechoso de ‘desgitanización’ del flamenco, comandado por algunos flamencólogos, periodistas e historiadores que, faltando a la verdad, se afanan en desterrar al gitano del contexto creativo, negándole una aportación artística propia y genuina, y relegándolo, injustamente, a ser un mero testigo de los hechos. Hemos leído y escuchado frases lapidarias que corren con impunidad por las redes sociales, por congresos y jornadas y por otro tipo de tribunas públicas que, por su contenido, parecen sumarse al antigitanismo que venimos sufriendo quienes pertenecemos a la cultura romaní.

Los renglones olvidados

Por ello, como gitanos y gitanas, nos sentimos en la responsabilidad de reivindicar la memoria de nuestros antepasados, de rendirle tributo y de hacerles justicia. Muchos de ellos, artistas no profesionales cuyo sentido innato de la creatividad y del ritmo fueron en un principio manifestados en la cotidianidad de sus hogares, en las celebraciones familiares y en fiestas íntimas; pasando más tarde a los escenarios donde el flamenco, como hoy lo conocemos, consumó su proceso de profesionalización definitiva durante las últimas décadas del siglo XIX. Es evidente que la documentación escrita que hila la cronología del flamenco sitúa al gitano como protagonista inherente en todos los episodios que cimentan el nacimiento de nuestro arte y autentifican que éste fue partícipe directo, con certificado testimonial de quienes lo presenciaron y lo contaron.

Como documenta el historiador Julio Mayo, en Sevilla, ya en 1564, los gitanos formaban parte de la procesión del Corpus Christi enriqueciendo el cortejo con las llamadas "Danzas de Gitanas", creaciones propias que alcanzaron el reconocimiento y la protección de las autoridades eclesiásticas y municipales, en cuyo organigrama coreográfico, nuestros predecesores estuvieron presentes hasta bien entrado el siglo XVIII. El valor estético y artístico con el que proveían a tan importante celebración consiguió, pese a la situación de marginalidad y de persecución a la que por entonces ya era sometido el pueblo gitano, cédulas reales que autorizaban liberar a algunos de los protagonistas encarcelados por la Inquisición para que no mermara la riqueza estética del cortejo.

Estas danzas de gitanos fueron el germen de otros bailes que con el curso del tiempo formaron parte de la etapa preflamenca. Son numerosos los textos escritos y publicados por quienes, desde el mismo sitio, asistieron al nacimiento del arte flamenco. Así lo narraron los cronistas de la época, y así quedó plasmado en documentos de relevancia testimonial como El libro de la Gitanería de Triana, del Bachiller Revoltoso (1740-1750), donde se documenta el nacimiento del quejío en las gargantas de los gitanos; el cartel de la Venta de Caparrós que anunciaba "bailes de gitanos" (1781), Las Cartas Marruecas de José Cadalso (publicadas por entrega en el Correo de Madrid en 1789), o Las Escenas Andaluzas de Serafín Estébanez Calderón (1846), entre muchos otros textos literarios y periodísticos, en cuyas descripciones colocan, con nombres propios, a los gitanos en el centro del proceso creativo de lo que años más tarde, en 1864, aparecería ya anunciado en los carteles con el nombre definitivo de "Flamenco".

La poética en la que se escriben sus coplas también expone vestigios de luz a la implicación gitana en la modelación de esta obra de arte, en cuyo acervo conviven palabras del andaluz cotidiano con vocablos del léxico caló, sin los cuales no habrían alcanzado la profundidad expresiva ni el valor sustancial de los que goza la poesía popular, elogiada por los más ilustres literatos de todos los tiempos.
Los gitanos nunca estuvimos al margen del desarrollo social y laboral de flamenco. Participamos en su profesionalización definitiva, y durante esa transición, llevada a cabo en los cafés cantantes del siglo XIX, aportamos toda una estética que ha quedado marcada como símbolo de un lenguaje indumentario que aún pervive en la cultura andaluza.

En esa socialización se halla otra iniciativa de origen gitana: la creación del primer festival de flamenco de la historia, surgido a iniciativa de la Hermandad de los Gitanos de Utrera, en el año 1956. El Potaje Gitano puso los pilares que luego siguieron los numerosos festivales de verano que conforman la amplia agenda flamenca de la geografía andaluza, extendida a otras comunidades como ejemplo de manifestación artística de gran calado popular. Las tablas de estos peculiares escenarios también han contribuido al desarrollo profesional de los artistas.

La mujer gitana, en el eje de la historia

Como Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas nos enorgullece asimismo el papel que acometieron las numerosas mujeres de nuestra etnia, cantaoras, bailaoras e, incluso, guitarristas, que los documentos existentes sitúan como destacadas creadoras e intérpretes del flamenco, como verdaderas revolucionarias que obtuvieron rango de altura por sus aportaciones y por el carácter que imprimieron al género. Entre ellas destacan María la Andonda, a la que los expertos señalan como la primera mujer que cantó por soleá; Mercedes Fernández Vargas La Serneta, creadora de un estilo de soleá que engrandecieron otras dos mujeres gitanas imprescindibles como Fernanda y Bernarda de Utrera; Rosario Monje La Mejorana, bailaora gaditana a quién se le atribuye la inclusión de la bata de cola en el baile flamenco y la simiente de la Escuela Sevillana que luego continuó su hija Pastora Imperio; Pastora Pavón La Niña de los Peines, que fue la primera artista de flamenco en grabar el cante por bulerías en 1909, y que pasa por ser la más destacada cantaora de todos los tiempos. A este escueto ramillete de ejemplos se suma Carmen Amaya, dueña de una estética bailaora que ha dejado una escuela bien definida y seguida. Ella, como sus primas, también cuenta con su particular pedestal creativo dado que, entre sus incontables aportaciones, destaca ser la primera bailaora que interpretó el baile por tarantos en un escenario. Una fecha que se fija en los anales de la historia el12 de enero de 1942, en el laureado escenario del Carnegie Hall de Nueva York.

La lista de gitanos principales en el flamenco es nutrida y extensa. Las aportaciones, también. Así fue en el origen, y así seguirá siendo en el presente y en el futuro. Porque lo flamenco y lo gitano son ramas de un mismo tronco  y alma de un mismo cuerpo.

Por todo ello, en FAKALI nos sentimos orgullosas y orgullosos de nuestra cultura. Y reivindicamos la herencia que nuestros tíos y tías, y primos y primas, legaron a un arte que hoy, 16 de noviembre, celebra su Día Internacional.

O Flamèmko Rromano Themesqo vogi, kulturikano manushipnasqo theripen.
(El Flamenco, alma del pueblo gitano, patrimonio cultural de la humanidad).