RESISTIMOS SIN SER INVISIBLES, RESISTIMOS SIENDO VALIENTES
En este extraño y complicado año 2020 recordamos el 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Semanas antes del fin del conflicto fueron liberados los principales campos de concentración y exterminio que los nazis construyeron en buena parte de Europa antes y durante la contienda.
En uno de esos espacios de muerte, en el tristemente famoso campo de concentración de Auschwitz- Bikernau “Zigeunelager”, se produjo el 16 de mayo de 1944 un levantamiento protagonizado por miles de gitanos y gitanas destinados a ser exterminados por el mero hecho de ser romaníes, y que se rebelaron contra su destino en defensa de su propia dignidad y de su vida, convirtiéndose en el más claro ejemplo de lo que el ser humano es capaz de hacer cuando resiste y cuando lucha firmemente por sus derechos. 76 años después de este histórico suceso, los escenarios han cambiado sustancialmente en esta vieja Europa. Pero los gitanos y las gitanas nos seguimos viendo obligados a seguir resistiendo.
Resistiendo frente a la desprotección que sufrimos ante la permanente violación de nuestros derechos fundamentales. Resistiendo frente a la propagación impune del odio racial y las actuaciones discriminatorias que atentan contra nuestra dignidad. Resistiendo ante la naturalización de falsos mitos y prejuicios sobre nuestra cultura y forma de vida que alimentan la discriminación que sufrimos. Resistiendo contra quienes nos consideran inferiores y se reafirman en su supremacía desde la cobardía de su posición privilegiada.
Todo esto empezó hace más de 600 años. Decían que éramos personas sucias, de mal vivir, delincuentes, vagos, machistas… Nos mataron, nos encarcelaron, nos condenaron a la pobreza. Éramos culpables. Nos hicieron culpables de ser gitanos y gitanas. Tuvimos miedo. Y tenemos miedo. Cambiaron las personas, sus historias, los gobiernos, la vida… Pero no cambia lo que se piensa de nosotros y nosotras. Todavía hoy seguimos soportando los disparos del racismo y el azote del odio. Sin embargo, hoy más que nunca podemos decir que resistimos. Resistimos a la persecución de los Reyes Católicos, resistimos a la Gran Redada, resistimos al Holocausto nazi, resistimos a los barrios marginales, al olvido de nuestra gente, a los ataques en Cortegana, en Martos, en Estepa, en Rociana… Resistimos a los bulos y los ataques durante esta pandemia.
Seguimos resistiendo firmes con nuestra identidad por bandera, con nuestros valores como patria, alzando fuerte nuestras voces para defender nuestros derechos. Ya no somos invisibles, todo el mundo nos ve. Muchos con buenos ojos, pero también hay otros tantos, antigitanos, que nos observan como seres marginales, aparte del mundo y de la realidad. Hoy en día ya no estamos condenados a los campos de exterminio, pero seguimos sufriendo exclusión, rechazo y discriminación, que adquieren diferentes caras y formas, que se mete en nuestras casas, en nuestras vidas y nos invaden sin piedad.
Hoy seguimos combatiendo el mismo racismo y odio antigitanos, que siguen condenándonos con el mismo discurso, que siguen aplaudiendo en televisión nuestras muertes, que nos culpan de los males del mundo, que condenan a la pobreza a nuestra gente, que nos insultan y difaman a través de las redes sociales con total impunidad.
Este año 2020, debido a la pandemia provocada por el COVID-19, la palabra resistir ha tomado un significado especial, casi épico. En nuestra sociedad hemos asumido este concepto para reconfortarnos, para darnos esperanza, aunque para el Pueblo Gitano ya tenía un significado mucho más profundo cuando recordamos aquel 16 de mayo de 1944.
Es la resistencia no solo frente a la enfermedad que nos acecha a todos y a todas sin distinción de género, etnia, posición social o nacionalidad. Porque todos y todas somos iguales frente a este mal. También es la resistencia frente al enemigo del odio y la intolerancia que ataca a los sectores sociales más vulnerables, más indefensos, aprovechando momentos de miedo e incertidumbre como los que vivimos ahora mismo.
Por ello, este año más que nunca reivindicamos la resistencia como una parte fundamental de nuestra seña de identidad y nuestra esperanza como pueblo. Resistencia que nos sirva para luchar por nuestros derechos y nuestra dignidad. Resistencia que nos valga para combatir a quienes nos desprecian propagando la semilla del odio, la intolerancia, el fanatismo y la intransigencia. Resistencia para seguir siendo un pueblo unido y fuerte. Resistencia para vivir en pie de igualdad con el resto de la sociedad. Resistencia para garantizar el futuro de nuestros mayores, de nuestros niños y niñas. Y resistencia en memoria de nuestros antepasados que lucharon por lograr un mundo más justo e igualitario.