Si olvidamos repetiremos la historia: Ni un paso atrás contra el racismo
“Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. No por repetida, esta frase deja de ser verdad. En FAKALI lo tenemos claro: mirar al pasado es imprescindible para construir un presente más justo y un futuro libre de racismo.
La Prisión General de Gitanos y el Samudaripen son heridas abiertas en nuestra memoria colectiva. Reconocerlas no es una opción, es una obligación democrática. La historia de España ha sido compartida, y no será completa sin el relato del Pueblo Gitano.
Si queremos avanzar hacia la verdad, la justicia y la reparación, debemos divulgar lo que de verdad ocurrió, asumirlo y colocarlo en el lugar que merece: los libros, las instituciones, y todas aquellas producciones —académicas o no— que se acerquen a la historia del país.
Sin nosotras no hay memoria
Vemos con esperanza la creación de la comisión de estudio para abordar la memoria y reconciliación con el Pueblo Gitano, recogida en la Ley de Memoria Democrática (Ley 20/2022). Esta comisión —compuesta por personas expertas, muchas de ellas gitanas— es un paso relevante: nuestra historia no puede seguir contándose en tercera persona.
Relatarla nos corresponde. Porque sin nosotras no hay memoria, solo relato ajeno, como se ha venido haciendo hasta ahora. No podemos permitirnos el lujo de continuar siendo “los otros”, los que no cuentan, los que son objeto de estudio y, en base a ese precepto, los que continúan cediendo parte de sus espacios, discursos e identidad a una mirada paternalista y una lógica ajena. Contamos con la generación gitana con más potencial académico de las últimas décadas. No podemos orillar ese talento para dar protagonismo a voces que nos observan desde la otredad. Aprovechemos nuestros recursos. Activemos nuestro potencial. La sociedad mayoritaria debe caminar con nosotras, no delante.
El antigitanismo está vivo y pudre las entrañas de la democracia
Sabemos que quienes luchan contra el racismo son mayoría. Lo vemos en cada movimiento, en cada acción de sensibilización que desarrollamos, y en la respuesta diaria de una parte comprometida de la ciudadanía.
Pero no podemos ignorar el auge del odio. Sus propagadores ya no se esconden. Lo vimos hace solo unos días en Torre Pacheco, pero la memoria colectiva guarda otros muchos pogromos. Lo sufrimos cada día.
Solo en los últimos tres meses, nuestro Buzón contra el Antigitanismo ha recibido más de 150 alertas por discursos de odio y prácticas racistas.
Por eso, cuando nos preguntan si España es racista, respondemos con claridad: España no lo es, pero en España hay racismo. Y está incrustado en nuestras estructuras. Ningún país está exento, y el nuestro aún arrastra dinámicas históricas que nos siguen discriminando por el mero hecho de ser gitanos y gitanas. Ese es el marcador de fronteras que no admiten los racistas.
El racismo, el antigitanismo, corroe las instituciones, envenena los discursos y socava la democracia. Y muchas veces lo hace desde formas aparentemente inofensivas, como la vinculación sistemática del Pueblo Gitano a las políticas sociales. Una lógica asistencialista que reduce nuestra identidad a una etiqueta, que a su vez es utilizada por los racistas recalcitrantes.
Por supuesto que necesitamos atención social, pero no exclusivamente. Es inaceptable que, tras más de seis siglos de presencia en España, no exista una estructura pública estable que garantice justicia, visibilidad y promoción cultural con perspectiva gitana.
La espectacularización de la pobreza y la exclusión que afecta a parte de nuestra comunidad copa titulares, pero silencia nuestra dignidad y diversidad. Y cuando se abren espacios para la cultura gitana, se ocupan sin criterio ni representación, una vez más, por personas no gitanas.
No es solo injusto: es un error sociopolítico. Además de gestos simbólicos en el marco de estos seis siglos de historia, necesitamos implicación real y efectiva. Con perspectiva, voluntad, recursos y enfoque genuinamente gitanos.
Nuestra historia es resistencia. Nuestra identidad, dignidad
Fuimos y seremos fuertes. Nuestra historia lo ha demostrado una y otra vez. Cuanto mayores han sido las dificultades, mayor ha sido nuestra capacidad de resistencia y organización.
Pero ahora necesitamos un compromiso institucional profundo, que marque un antes y un después.
La historia que no se recuerda, que no se repara y que no se cuenta desde su genuino punto de vista, está condenada a repetirse. Y no lo vamos a permitir.
Ni un paso atrás contra el racismo. Ni un paso atrás frente a las injusticias.
Luz y memoria a las víctimas del antigitanismo a lo largo de nuestra historia.