NO NOS RENDIREMOS

#25N Día contra la violencia machista

La violencia contra las mujeres es algo que nuestra sociedad ha venido consintiendo en el marco de una estructura familiar patriarcal, basada en la supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres. Las mujeres, durante décadas, hemos demostrado sobradamente la gran lucha para eliminar las barreras de ese sistema dominante que, además, ha causado un daño terrible en el avance de los derechos fundamentales de las mujeres gitanas, obligadas a luchar contra las persecuciones dictadas desde los Reyes Católicos hasta la etapa más reciente del franquismo.

Leíamos hace poco que las mujeres conformamos el mayor grupo de oprimidos del planeta. Con casos como el de “La Manada” parece que todavía las mujeres tenemos que justificarnos después de ser violadas. Así estamos tras 20 años de la muerte de Ana Orantes, una mujer valiente asesinada por su exmarido después de denunciar públicamente en televisión el maltrato que había sufrido durante décadas.

En lo que va de año y hasta el 10 de noviembre han sido asesinadas 44 mujeres, 7 más que el año pasado por las mismas fechas, según ha confirmado la Delegación de Violencia de Género. Han dejado 23 niños huérfanos. Desde 2003 se han producido un total 916 asesinatos machistas. 7.240 mujeres sufrieron delitos contra la libertad sexual en 2016, según estadísticas del Instituto de la Mujer. La explotación sexual también es violencia contra las mujeres. Y no nos podemos olvidar del maltrato psicológico, o luz de gas, que también es violencia contra las mujeres, porque acaba con nuestra autoestima y nuestra personalidad, llegando a anularnos.

A pesar de estas cifras escalofriantes, hay espacio para la esperanza. Tras ser aprobado por mayoría el Plan Integral sobre la violencia machista, el presidente del Gobierno ha anunciado recientemente que se va a dotar presupuestariamente el próximo mes de diciembre. Una de las novedades que prevé este plan, y que ha sido reivindicada por FAKALI, es la activación del protocolo de protección a las víctimas sin necesidad de que haya denuncia previa, un cambio imprescindible si tenemos en cuenta que solo 9 de las 44 asesinadas en 2017 habían denunciado a su agresor.

La lucha contra la violencia de género debe constituir un eje básico de las políticas de acción social. Las medidas que se pongan en marcha han de ir encaminadas fundamentalmente a erradicarla mediante la prevención a través de la sensibilización de la población sobre la gravedad de este fenómeno y de una educación basada en la igualdad y en la no discriminación por razón de sexo.

Debemos prestar atención a los diferentes grupos culturales en relación con esta problemática, ya que ellos establecen diversas formas de relaciones familiares, de pareja, así como una distinta distribución de roles de género entre hombres y mujeres. Es importante acercarse a la realidad gitana para analizar las causas de la existencia del maltrato, la vivencia por parte de las víctimas y las alternativas de solución que se ofrecen desde el mismo grupo étnico.

Existen numerosos problemas que dificultan el acceso a las mujeres gitanas a la red de recursos normalizados. Para las mujeres víctimas de malos tratos, muchos de estos problemas vienen derivados del hecho de no contemplar las especificidades culturales de las mujeres gitanas en el funcionamiento de los programas y los servicios.

Se da como verdad universal que nuestra cultura gitana es más machista que la de la sociedad mayoritaria. Las mujeres romaníes no somos más víctimas que las demás. No somos víctimas de nuestra cultura, somos agentes activos de la lucha feminista y de los cambios que implica. Nosotras, mujeres gitanas, no sufrimos más machismos que las mujeres no gitanas. La violencia machista es una lacra que nos afecta a todas por igual. Y todas juntas nos tenemos que enfrentar a él. Seguiremos luchando. No podrán con nosotras. Somos demasiado fuertes, demasiado inteligentes, demasiado luchadoras, para rendirnos.

#NoNosRendiremos

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