Ahora que la ciencia ha ocupado un espacio de prestigio social, político y mediático, desde FAKALI queremos contribuir de nuevo a una visión crítica y científica de la demagogia clasista y racista que tiñe estos días muchas noticias en contra de las personas más vulnerables, muchas de ellas gitanas, a las que periodistas cortos de mira culpan de responsables de una pandemia global.

Desde la federación, indignadas y aburridas de tanto argumento simplista y antigitano, queremos hacer un llamamiento a la seriedad, la fiabilidad de los datos y el fomento del análisis verídico de lo que nos venden algunos medios. Esta invitación a contrastar datos, cuestionar las fake news y destapar los discursos de odio, va dirigido especialmente a quienes caen, como el señor Alberto García Reyes, (adjunto al director de ABC de Sevilla), en la redacción de opiniones respecto de algunos barrios marginales en este momento, pidiendo que vengan los militares o que aíslen zonas de Sevilla para no contagiarse. Y va dirigido en general a todos los señores y señoras que, con más tiempo que nunca delante de sus ordenadores, acomodados en sus sillones y confinados en sus limpias y amplias casas vomitan su populismo clasista y racista en sus escritos.

En este sentido, y en apoyo a la ciencia, queremos recomendar los resultados que ya han demostrado varias veces que las personas con ideologías de derechas, tienen coeficientes intelectuales más bajos. Por citar alguno de estos estudios remitimos a la revista Nature Neuroscience, en la que la Universidad de Nueva York, publicó que “ser de derechas estaría unido a ser más agresivo, más violento, y a emplear el miedo en los razonamientos”. En las personas de derechas, esta actitud se traduce en que afrontan las situaciones con un mayor miedo al cambio. Otro estudio realizado por la Universidad Brock (Ontario, Canadá)  las personas con menos inteligencia se decantan por ideas conservadoras porque les hacen sentir muy seguros y no tienen que hacer el esfuerzo de alejarse de su círculo de confort, pero que nada tiene que ver esto con su nivel educacional. Esto último es buena noticia para quienes todavía padecen este cuadro infecto de intolerancia. En aras del bien social, pedimos pues que aprovechen sus confinamientos para seguir estudiando y que lleguen a comprender, de forma más analítica y profunda, la complejidad social Y si no la entienden en los libros, recuerden al menos este simple algoritmo:

la riqueza y comodidad de una parte de la población mundial se sostiene gracias a las carencias y pobreza de la otra parte que ve privada sus necesidades básicas para que otros como usted disfruten de su vida de plástico, como decía Eduardo Galeano.

Si aun así, siguen sintiéndose orgullosos y orgullosas cuando se les llama fachas, es hora de meditar estos días de cuarentena y buscar en su interior donde tienen la vergüenza. 

Acierta eso sí en un detalle, no queremos su buenismo. Las víctimas de este sistema económico desigual que crean los mercados y el capitalismo no necesitan caridad, lo que necesitan es justicia económica, (así, sin vendas ni algodón, como usted dice). Es posible que, por eso, a algunas personas en el Polígono Sur les cueste entender  las migajas que les ofrece el poder, mientras la sociedad deja salir a la luz su miedo a no comer llenando sus neveras y haciendo acopio de papel higiénico en su ansioso plan de no perder ni un ápice de su acostumbrado confort. Quizás dentro de su pobreza, sean más inteligentes que ustedes y vislumbren que esta no es la forma de corregir la desigualdad de esta sociedad. Remitimos también a que lea al relator de la ONU Philip Alston, que visitó este barrio en febrero de este mismo año y que sobre su visita lanzó un mensaje clarísimo: La pobreza es una elección política. No señor García Reyes, los pobres no eligen ser pobres (por quincuagésima vez…).

Por si no le queda claro aún: las explicaciones que lanzan estos días sobre el aislamiento de barrios pobres son absurdas y poco inteligentes. No señor García Reyes, la realidad social no es tan simple como usted la ve. Deje de dar consejos sociológicos de primero de primaria, porque incluso cualquier niño o niña que haya hecho sus deberes en casa en estas mañanas de confinamiento, ha pensado más haciendo sus cuentas de mates que usted dando consejos para arreglar el problema sanitario que tenemos delante. Esto no es un juego de niños. La vida no se resume en ricos buenos, pobres malos. Si fuera así de simple, no habríamos visto a indolentes e incívicos ciudadanos de clase alta cumplir cuarentenas laxas, desplazarse a sus segundas viviendas de lujo en la costa o hacer fiestas juveniles. Aproveche también este tiempo y piense en dejar su faceta como crítico de flamenco, porque es desagradable el odio que destila en su artículo, representando el clasismo del Siglo de Oro, en el que el señorito pedía que le tocaran las palmas para alegrarle el día, mientras el cantaor (seguramente de un barrio como el Polígono Sur al que usted tanto desprecia) tenía que darle de comer a su familia. El Flamenco es una creación artística, pero también humana y emocional que nada tiene que ver con su planteamiento.

Lean, documéntense, investiguen una mirada más global, más compleja, más allá de sus familias, de sus empresas, de sus urbanizaciones cerradas y de sus privilegios, antes de apresurarse a publicar sus reflexiones. Hilen cómo se relaciona la economía, con la salud, la ordenación urbanística, el mercado laboral, la política, la psicología y los medios de comunicación. Quizás empiecen a ver más allá de sus parcos prejuicios. Y cómo no, cumplan con sus cuarentenas, pero sobre todo, puestos a dar opiniones, confinen bien sus discursos de aporofobia racista, que se les ve el plumero, y el coeficiente intelectual…